grabados rupestres

donde se unen la tierra y el cielo

donde se unen la tierra y el cielo
En La Palma, la arqueología y la astronomía han cruzado las miradas, unos al suelo y otros al cielo, para coincidir en una misma dirección, interrelacionando las observaciones hasta confirmar la importancia de los atros entre los antiguos habitantes de Benawara.
“adoraban al Sol, la Luna y otros planetas” (Alvise Ca’da Mosto, 1455-1457)

"Quienes tratan de interpretar símbolos en sí mismos miran la fuente de luz y dicen:"no veo nada". Pero la fuente de luz está ahí no para que se la mire a ella, sino para que se mire y vea lo que ella ilumina. E igual pasa con el simbolismo" (Dan Sperber).





martes, 28 de agosto de 2007

auaritas, benahoaritas = los awara

Para fijar correctamente los orígenes del grupo que arribó por primera vez a la isla de La Palma nos tenemos que trasladar irremediablemente al norte de África. En este ámbito, tenemos al alcance de la mano recientes investigaciones lingüísticas, arqueológicas, afinidades culturales y genéticas que emparientan irremediablemente las poblaciones canarias con las norteafricanas. No sólo pervive el tipo prehistórico Mechta-Afalou sino también el alto porcentaje mediterranoide, originarios del Próximo Oriente y que es el más cercano a los amazigh actual. A estos protomediterráneos, apunta G. Camps, muy bien podríamos llamarles protoberéberes por su cultura y sobre todo por su marcada propensión a la decoración con motivos geométricos, que son muy similares a los utilizados en la actualidad en el adorno corporal y en la decoración de la cerámica por sus sucesores beréberes.
Sabino Berthelot confirmó en el siglo XIX, contra la creencia general, que el fondo de la población actual de Canarias es aborigen, como pudo comprobar haciendo un estudio craneométrico comparativo con los cráneos de los osarios de los cementerios y los encontrados en las cuevas funerarias de los guanches.
Recientemente, el investigador Francisco García-Talavera (http://elguanche.net) igualmente pudo comprobar como la población canaria actual conserva en un alto porcentaje (48 %) del grupo sanguíneo 0 norteafricano frente al grupo A europeo (39,6 %). Por otra parte, se observa que los porcentajes del sistema AB0 en Canarias se asemejan más a los de los países maghrebíes que a los europeos ibéricos. No obstante, son los resultados de las investigaciones de Cavalli-Sforza, Menozzi y Piazza en 1994, los que por primera vez sitúan a los canarios en su lugar correspondiente con respecto a otras 48 poblaciones autóctonas africanas que albergan un mayor porcentaje de material genético comparativo.
Un estudio de la Universidad de La Laguna (periódico “El Día” 6 de abril de 2002) realizado por investigadores del Departamento de Genética analizaron la información que proporciona el cromosoma “Y” -el que trasmite la masculinidad- en 652 hombres de todas las islas, para determinar el grado de influencia genética aborigen trasmitida por linaje paterno que pervive en el Archipiélago. En Canarias se constata una clara asimetría sexual entre el 10 % de influencia genética aborigen heredada por vía paterna frente a un 30-40 % trasmitida por linaje materno. Esta asimetría sexual se debe a que mientras gran parte de los varones aborígenes fueron deportados o aniquilados, los conquistadores y colonos se emparejaron con las mujeres, y por ello son mayores en la población canaria los marcadores genéticos de influencia materna. El ADN mitocondrial que se trasmite por vía matrilineal, ha dando como fruto la localización de un subtipo dominante en las secuencias estudiadas sobre 300 muestras de la población canaria actual: 163-172-219-311, con una frecuencia del 8 %, que nunca ha sido encontrado fuera de las Islas Canarias. Se encontró asimismo en el haplogrupo U, un “motivo canario” (U6b1) restringido a estas islas y que fue transportado desde el continente africano por los primeros pobladores.
Los cronistas e historiadores de los siglos XV y XVI señalaron para el Archipiélago la misma raza pero con diferencias en el componente étnico, caracterizando a los awara por los grandes cuerpos, gruesos y de raza blanca más que los otros isleños, seguramente algunos de tez rubia y otros más oscuros como el citado por Abreu Galindo, Azuquahe (moreno, negro).
Localizar ahora un nombre entre los miles que se registran a lo largo de los últimos 3.000 años en el norte de África que responda a la forma lingüística awara ya es una tarea difícil que requiere cautela. Por lo pronto sabemos que una de las primeras referencias escritas es la que aporta Plinio cuando cita y coloca a los baniurae en el Atlas. Más tarde, el geógrafo y astrónomo árabe El Edrisi en el siglo XII, apunta la variante haovarythas, mientras que el reconocido historiador árabe Ibn Khaldum, nos descubre a los hawwara establecidos en el Fezzan y el Hoggar argelino. También nos habla de la apostasía de los hawwara, pueblo nómada que llegaba hasta el norte de Gao, al sur del Sahara. León el Africano, que escribe en el siglo XVI, coloca a los haoara como los habitantes de la región de Tenresna, lindante al sur con el río Um er-Rebia que desemboca en el Atlántico, en Azaun.
Una pista más cercana a nosotros es la que nos aportan el fraile franciscano Abreu Galindo y el ingeniero militar Leonardo Torriani, a finales del XVI, después de que visitaran la isla de La Palma y conocieran algunos descendientes de aborígenes. Abreu Galindo es muy claro al referir que los primeros pobladores de Canarias vinieron de África, concretamente de la provincia llamada Mauritania después del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo. Para ello se basa en la ya famosa narración de las “lenguas cortadas”: escarmiento que los romanos dieron a grupos insurgentes beréberes, unos los mataron y otros, después de cortarles la lengua, los metieron en barcos con provisiones y animales y los trajeron a las Islas Canarias.
Por otro lado, el ilustre Viera y Clavijo, en el siglo XVIII, recoge la variante benhahoave; el comerciante británico George Glas, los descubre como los Beni-hoare, situándolos también en el Atlas. En la siguiente centuria, Sabin Berthelot menciona a la gran confederación de los haouarah.

“…es el bereber, cuyo tipo de raza se compone, por agregación y alianza, de hordas autóctonas o inmigrantes que, en diversas épocas, se fueron estableciendo en el norte de África, a un lado y a otro de la cadena del Atlas… De este modo, el hombre de tez blanca, mejillas sonrosadas, frente ancha, cara cuadrada, de trazos angulosos, ojos azules y cabello rubio, se hace notar entre la mayor parte de los habitantes de las montañas del Rif (los rifeños de Marruecos), así como entre las tribus de Zenetháh, Gomera y Haouarah” (S. Berthelot).

La aportación del exmilitar y aventurero francés Charles Foucauld nos parece bastante interesante al exponer el correspondiente etnónimo de la célebre tribu huara, repartida por el centro y oeste del Atlas, antaño habitantes del Fezzan libio. Según el autor, esta voz se vincula al vocablo Ahaggar (tuareg noble) que da nombre al famoso macizo central sahariano, puesto que la “u” y la “w” se presentan con frecuencia como doble “g”; de este modo, huara se transformó en agra, sinónimo de noble. Foucauld reconoce la temeridad que supone pisar las tierras de los huara por su fiereza, distribuidos en alquerías aisladas unas de otras, con numerosos y fértiles campos de cultivo y huertas y abundante ganado en el wad Sus, al pie del Gran Atlas. Se puede admitir por tanto, concluye Ch. Foucauld, que la tribu bereber “houara” cuyo nombre se transformó en “Ahaggar” emigró desde el Fezzan libio hacia aquel macizo montañoso que tomó su nombre y redujo al vasallaje a las antiguas poblaciones beréberes (Isabaten) que lo habitaban con anterioridad y su denominación se convirtió pues en sinónimo de “noble” puesto que fue la comunidad conquistadora y soberana.
De enorme interés para nosotros es la denominación con la que los indígenas identificaban a su isla-espacio: benawara, cuyo significado sería entonces “la tierra de los nobles”, la que Abreu Galindo determinó como “mi tierra” y otros como “mi patria”. El nombre del pueblo es también el de su territorio, como es habitual en este tipo de poblaciones.
También seguimos las huellas de los awara en la Península Ibérica con buenos resultados, pues desde el inicio de la ocupación árabe en el siglo VIII, llegaron fracciones de la confederación como parte de las tropas beréberes que acompañaron a Tariq y Muza. Su presencia conlleva una dispersión geográfica amplia que abarca todo el centro, sur y este peninsular, identificados sus asentamientos por los prefijos banu o beni con el que empiezan sus nombres. En el siglo X tenemos constancia de que en Albarracín está asentada una familia de origen bereber: los banu razín. Esta familia, que dio el nombre a la ciudad, pertenecía a la comunidad de los hawwara del tronco de los butr ocupando, desde el mismo comienzo de la dominación musulmana, las serranías del Alto Tajo y del extremo sur del Sistema Ibérico.
Benalauría se encuentra situada en el Valle del Genal Medio, Serranía de Ronda (Málaga), y es a principios del siglo VIII cuando los pueblos beréberes (hawwara, maggila, saddina, nafza…) se asientan en este valle, jalonando sus laderas con una serie de aldeas que llevan el nombre de sus linajes. Uno de estos, los banu-l-hawariyya, dieron nombre a este pueblo.
Otros ejemplos interesantes son los de Alhaurín de La Torre (Málaga) y el de Abarán (Murcia). Alhaurín es el resultado de un poblamiento por parte de un grupo bereber de la familia al-hawwara, (pronunciado Aljaura). Los miembros de este grupo se establecieron en diferentes puntos de la provincia, y entre ellos, el área ocupada por el pueblo, llamándose desde entonces al-hawwariyin (los hawwara) pronunciado en árabe Aljaurín y en castellano Alhaurín, con el significado “lo de los hawwara, la finca de los hawwara”. Constituye lo que se ha definido como “reunión de individuos que descienden de un antepasado común”. De esta forma surgió la alquería de Alhaurín de la Torre.
Asimismo, son descubiertos en la zona de Morón y Marchena, en el valle del Guadalquivir; en las serranías conquenses y en el valle del Ebro, concretamente en la localidad de Fabara (Zaragoza), topónimo que se asocia a la comunidad hawara. Incluso, la dinastía bereber Di-l-Nun, Banu, perteneciente al grupo hawwara, gobernó el reino taifa de Toledo. Nasir al-Dawla fue nombrado Visir (1036-1043), sucediéndole su hijo, Yahya ibn Ismail al-Mamun (1043-1075), que fue atacado por Sulayman ibn Hud de Zaragoza y firmó un pacto de amistad con Alfonso VI.
Sin abandonar la España peninsular, es preciso acercarnos al yacimiento arqueológico de Valeria (Cuenca), habitado desde el Bronce Antiguo. Fue conquistada en 179 a.C. durante las campañas romanas de Tiberio, alcanzando, como ciudad romana, su esplendor entre los siglos I y II. Durante el período visigodo se convierte en sede episcopal sufragánea de Toledo y durante la invasión musulmana fue poblada por beréberes de las comunidades hawara y madyuna, procedentes del Rif y del Gran Atlas.
En 921, Al Istajri nos ilustra que los beréberes miknasa, nafza y hawara son de las tribus de Al Butr y se encuentran en Al Ándalus. El referido autor señala incluso los caminos de Al Ándalus y en el número cuatro especifica: “de Córdoba a Miknasa cuatro días; de ésta a Hawara otro tanto; de allí a Nafza diez días y de ésta a Zamora cuatro días” (www.es.geocities.com/juangilmontes/miknasa.htm).
Huwara, hoara, hoare, hoara, haouara, hawwara, hawara o awara corresponde a las diferentes variantes del etnónimo de la misma comunidad norteafricana en diferentes momentos históricos. Actualmente existe el nombre huara para designar a un grupo de dialecto taselhit que vive en el sur de Marruecos, conocido por Charles Foucauld y por Abercromby entre otros. Hoy en día es bastante frecuente entre los canariólogos la forma benahoaritas o simplemente auaritas, para referirse a los antiguos habitantes de La Palma, cuando el nombre comúnmente utilizado entre los propios habitantes de huwara en Marruecos, hoy arabizados, viene a ser Ahel Huwara, equivalente de Ait huwara en Taselhit. El nombre de huwara es una voz morfológicamente arabizada por analogía al de otras tribus árabes de Marruecos como Siadma, Dukkala, etc., por lo que tiene etimológicamente un valor colectivo (Admed Sabir, 2001)
Hay que señalar que no están bien explicadas del todo las causas de la proliferación de
-ita en el griego y latín cristianos, así como de su uso para gentilicios; y es que, por un lado, la terminación -ita ya se había usado en griego arcaico y clásico para crear gentilicios {sibarita, abderita, etc.). Las vacilaciones morfológicas afectan sobre todo a los sufijos utilizados en la formación de gentilicios. Es frecuente el uso para formar gentilicios semíticos (árabes, hebreos, etc.) el sufijo -ita. Este sufijo es un elemento que se pospone para formar una palabra y que le añade significación. Son una clase de adjetivos que denotan la patria o nación, o el lugar de pertenencia de las personas.
El prefijo –ben arraigado en la palabra Benahoare = “el lugar donde (está) el ancestro” o, literalmente, “el lugar del ahwâra”, es decir, el territorio insular de la isla de La Palma que habitó el pueblo Hawâra distribuida en tiempo y espacio por el norte del continente africano antes de la invasión islámica (siglo VII).
De toda esta sucesión de términos, el que creemos más cercano a los orígenes del pueblo y el que más fácil se adapta a nuestra forma gramatical castellana es el de awara, donde la “w” se pronuncia como “ua”. Aparte, el sufijo “h” es un elemento sin significación concreta que no añade nada al sentido del término, aunque se pronuncie, siendo más confusos los que actualmente se utilizan: auaritas o benahoaritas. Encima, el sufijo -itas es una castellanización que ya está lexicalizada en referencia a la “comunidad de”, o sea, que sobra cuando se le añade el otro prefijo o raíz “Ben”, también lexicalizado en el mundo bereber al referirse a “madre de”, “hijo de”, “los (lugares) de” o “territorio de” acompañando exclusivamente a los antropónimos y referido al grupo o afiliación con carácter manifiesto de identidad. Siguiendo el modelo antiguo, casi todas las sociedades forman sus nombres propios a partir de las denominaciones clánicas o grupales; les está asociado.
Todo debe tener sentido, pues si no, nada tiene sentido: si awara define a los primeros pobladores que habitaron la isla de La Palma, Benawara es su tierra; esto es, la “tierra de los awara (los nobles)”. El nombre propio a partir de la denominación popular le está asociado. Su denominación se convirtió pues en sinónimo de “noble” derivado de “ahouaren”.

6 comentarios:

taburiente dijo...

Hola gran jefe awara !!!
Te animas en los mundos virtuales: eso es bueno...
Vinculote desde Iruene !!!

Miguel A. Martín González dijo...

Aprovechamos estos medios para que todo el mundo pueda tener acceso a la investigación.

Hada Hippy dijo...

Me ha parecido muy interesante. Una palmera a la que le ha gustado saber más de su tierra.

Anónimo dijo...

como puedo saber algo de la benahoare tinixara

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

Muy buen análisis y desde luego interesante por aportar visiones diferentes a la corriente oficial. Por otro lado, sólo tengo una cosa que señalar. No me gusta leer "después del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo", ya que existe la fórmula secular y científica D.C. ó EC, mientras que lo otro es una clara manifestación de religiosidad.